TORMENTAS Y ESTUARIOS (poemas)

de Alberto Camacho Porras
Colección Al Margen.
15×11 cms, 88 páginas

Edición limitada de 200 ejemplares.

Esta edición es en parte benéfica para colectivos, librerías, personas presas (más info sobre esto: escribid al autor).

«Este libro se escribió entre el otoño de dos mil dieciocho y las últimas semanas del fatídico dos mil veinte. Como toda creación humana, ante todo es producto de las influencias, trabajo y apoyo de muchas personas conocidas, así como de otras completamente ajenas. A todas ellas, muchas gracias por la parte que os corresponde.

El título del poemario se lo debo a la canción «Encuentro mi descanso aquí» (incluida en «Las palabras y los ríos», discos El Sembrador, 2004), de la banda de hardcore melódico de Quilmes (Argentina), Eterna Inocencia, a la que llevo escuchando desde hace años».

5,00 (iva Incluido)

2 disponibles

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Alberto Camacho Porras (Pinto, 1984) forma parte de los movimientos sociales ligados al anarquismo desde su adolescencia. Dentro de este mundillo participa en la redacción del fanzine local Jartos de Aguantar, siendo esta la primera de sus variadas colaboraciones dentro del ámbito libertario y anticapitalista, al principio con pseudónimo y en los últimos años ya de forma pública.
Estas colaboraciones abarcan desde distintas formas de experimentar con la literatura al ensayo político, así como la crítica al deporte de competición y la reseña de rutas de montaña, estas últimas publicadas en el extinto blog Baja Montaña.
Vinculado también con diversas radios libres y comunitarias, desarrolla programas con diferentes temáticas, que van desde el hardcore punk al análisis político, pasando por el deporte o la historia, todo ello en emisoras y programas en formato podcast como Pasión por el Ruido, RadioQk, Radio ELA o Radio Xata.
Este es su segundo libro tras Me gustaría volver, el problema es que no sé adónde (Doble Vínculo, Santander, 2018).

En la clara oscuridad

Echo de menos los otoños.
En este, los árboles son como las personas:
desgarbadas o tristes,
quizá temblorosas.
Desnudas en su intimidad.
Solitarias en una engañosa cercanía.
Sin embargo, cada vez hay menos otoño,
como cada vez hay menos personas.
De entre ellas,
las que se alejan son un profundo agujero,
una mina vaciada de su valor
y de sus riquezas tan solo atisbadas. 

Fe
 
En su momento creí en banderas negras
envueltas en fuego y llamas.
En la destrucción implacable
de todo lo que nos rodea.
En la noche más larga,
una noche de eterna venganza.
En su momento creí en miles de personas muertas,
con las vidas fuera de sus ojos,
las cuencas vacías.
En la Victoria.
Final, definitiva e irreversible.
Lo hice con la furia del demente
y la fe del elegido.
Y ahora mismo,
más viejo y tranquilo,
lo recuerdo todo con nostalgia y amable
desesperación.